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1/11/09

Roberto Fanchó



Cabo Rojo, Puerto Rico (1943).  Cursó estudios en la Real Academia de Arte, en La Haya, Holanda.  Durante 15 años se desempeñó como editor de la Revista Literaria “Caballo de Troya”.  Es autor de los poemarios: El nuevo nombre de la belleza (1977), Hablarle al mar (1985) y Gris pitirre (1998).  Ha sido miembro fundador de varias organizaciones ecológicas del oeste de Puerto Rico como: la Red de Protección al Pelícano Gris y Barrio Bajura en Acción.  Actualmente reside en Rincón.   

Nauset
Tal vez Dios viva en el mar,
y no en el cielo
y, que todo lo que nos enseñaron
esté al revés
y que en realidad, los cuerpos no se muevan por la gravedad
sino por la fuerza del amor
y que la santidad sea amar trescientas mujeres a la vez
y no una sola
y que el tiempo en vez de avanzar,
retroceda,
llevándonos a nado
como si fuésemos peces
atraídos por la nada del amor
para tratar de entrar en las puertas del paraíso
líquido de tu óvulo o,
para morir ahogados,
para siempre, en el semen de nuestro propio mar.

 Tu rosa

Tu rosa está triste
 permanece escondida
 y se pierde
 en tu juventud
 no germina
 no la dejas salir
 de esa belleza que decora tu alma
 de ese objeto de mi devoción que tú llamas cuerpo
 porque piensas que no existe
 y porque eres tan bella
 que no puedes creer
 que haya otra, aún más bella
dentro de ti.


Tu falso nombre se escribe con “K”

Guardo tu Mirada en mi frente
y en mis cejas escondo tu dudosa vista.
Te llevo todos lados,
te beso,
te admiro,
y te toco como si fueras un trébol
del que no sé el número de hojas.
Te deshojo tratando de saber
cuántos pliegos tiene tu vida.
Algunas veces he visto cuatro alegrías
y en otras,
te veo posada en una piedra de mármol,
acostada entre jardines de arbustos
podados en forma de laberinto.
Camino hacia ti y creo que puedo verte.
Veo tus piernas que reposan,
cansadas,
siempre cansadas,
como los brazos de un pescador.
¿Acaso serás, pescadora de hombres?
La pregunta no deja ver más tu mirada.
Hace que se esconda y huya,
perdiéndose en algún lugar de mi mente
donde ya no pueda ser interrogada por mí.
¿Acaso saldrá otra más tarde? No sé.
Por ahora, sólo sé que tengo el recuerdo de tus piernas
y pondero, si acaso alguna vez fueron ciertos
esos ojos extraños que tanto anhelo,
ese aliento seco que un día despertó mi sed,
esa dulce jaqueca que me dio tu cara
en las noches sin viento, cuando no se volaba
en reflejos distantes,
tu ilusión.
En aquel tiempo, no sé si te quise
como la que quise que fueras o,
la que eres.
Pero eso ahora ya no importa. Ahora,
sólo quiero que vuelvas a mirarme,
aunque casi no pueda verte
en le tenue espejo de la luna,
en una noche,
en un jardín,
reposada en una piedra de mármol,
entre las ramas del laberinto que confunde mi mente.




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